Por Marcelo Alvarez, periodista especializado en desarrollo

El Illimani y el Huayna Potosí son, sin duda, los más importantes íconos de las ciudades de La Paz de El Alto, y por qué no decirlo de Bolivia. Es para todos aquellos que vivimos en estas tierras un saber común que estos apus o achachilas (deidades protectoras) -como sus vecinos a lo largo de la cordillera real y occidental  marcaron y marcarán nuestro presente. ¿Podemos imaginarnos La Paz y El Alto sin sus achachilas vestidos de “ponchos blancos”? Esas omnipresentes montañas sin su cobertura glaciar.

Los achachilas son mucho más que una parte del paisaje en Bolivia. Son a todas luces un componente paradigmático de la concepción de la Madre Tierra, que hemos adoptado como pilar fundacional en nuestra constitución y que hoy en día, por causas apenas conocidas están en riesgo de perdurar tal como los conocieron nuestros antepasados.

¿Qué efectos está produciendo el cambio climático en los glaciares de los Andes?, ¿cómo afectarán estos cambios en las crecientes y caóticas urbes?, y ¿qué estamos haciendo para contrarrestar este escenario de crisis, que amenaza también nuestra continuidad histórica y cultural en estas tierras?

Evidenciar los efectos del cambio climático

Una simple búsqueda en Google con la frase: efectos del cambio climático genera 9.3 millones de resultados. Entidades de cooperación multilateral, gobiernos, universidades, artistas y líderes de opinión advierten, destinan recursos, acusan, demandan, a los estados medidas urgentes para mitigar, los unos o adaptarse los otros, a un nuevo escenario global que en lenta agonía, pero con cruel brutalidad emergerá alterando nuestras más esenciales fuentes de subsistencia.

En una reciente visita realizada al proyecto GRANDE  −iniciativa de investigación científica boliviano japonesa− se conoció que se está consolidando un modelo matemático que permitirá saber con certeza en qué tiempo y en qué volumen se afectará la disponibilidad de agua para las ciudades de El Alto y La Paz. Aunque sus resultados aún son preliminares sus conclusiones previstas para el 2015 vienen resaltadas en rojo: Por un lado, los glaciares Tuni y Condoriri están condenados a desparecer −tal como sucedió fatalmente con el Chacaltaya− y, por otro, aunque no se tiene certeza en el volumen exacto, los restantes achachilas de la cordillera real como el Illimani y el Huayna Potosí perderán parte de la base de sus ponchos blancos.

Estas son algunas de las conclusiones a las que arribó este equipo de científicos, compuesto entre otros profesionales por el científico boliviano Edson Ramírez, doctorado en geociencias y recursos naturales en Francia; ahora en funciones de docente e investigador del Instituto de Hidráulica e Hidrología (IHH) de la UMSA.

Durante la introducción técnica hecha por el Dr. Ramírez, horas antes de la visita de varios medios de comunicación a la represa del Tuni y las cercanías de los deshielos del Condoriri, Ramírez sostiene sus argumentos con rigurosidad científica sumada a ese instinto explorador que hizo cumbre prácticamente en todos los picos más importantes de Bolivia.

A Ramírez se le atribuyen varias proezas en la glaciología a nivel mundial, entre otras la que fuera retratada en la cadena televisiva Discovery cuando, como producto de sus tesis doctoral participó en la extracción de núcleos de hielo como huellas climáticas a más 140 metros de profundidad en el Sajama y el Illimani.

Los aprendizajes luego de tres años en investigación

Según los datos proporcionados por el Proyecto Grande y el IHH en la región de los Andes está el 99% de los glaciares tropicales del planeta. El mayor porcentaje lo tiene el Perú y luego Bolivia con un 20%. Los glaciares, que no son otra cosa que un conjunto de materia líquida compuesta de nieve y hielo, almacenan la historia de los cambios climáticos que ocurrieron hace más de 25.000 años atrás. Estudios realizados a partir de esos núcleos señalan que existen dos grandes influencias en los cambios climáticos que el planeta ya ha estado experimentando, por un lado, la variabilidad natural del clima provocada por los cambios en la excentricidad del planeta tierra y otros fenómenos astronómicos, y por otro, todos aquellos efectos provocados por la presencia humana en la tierra como la emisiones de gases de carbono y el consecuente efecto invernadero. De acuerdo con el Dr. Ramírez estás dos confluencias están ocasionado un suma de alteraciones climáticas recurrentes que en lugar de presentarse a lo largo de miles de años están sucediendo en un periodo de pocas décadas.

“Cuando hablamos de la situación de los glaciares ubicados en la cordillera real lo que debería preocuparnos, además del incremento de la temperatura ambiente promedio, es la baja en la frecuencia de las precipitaciones –las lluvias− que son las que recargan los glaciares con el elemento vital. La mayor cantidad de la humedad que es acumulada en los glaciares proviene de la Amazonía por tanto, además de analizar la situación en la cuenca del Tuni Condoriri debemos indagar sobre la calidad y cantidad de humedad que los bosques aportan a los glaciares.” Dr. Edgar Ramírez, docente e investigador del Instituto de Hidráulica e Hidrología de la UMSA.

Asimismo, a partir de lo expuesto durante la visita al lugar, la investigación permite afirmar que no todos los glaciares van a desaparecer, al menos no totalmente. Se ha comprobado la existencia de una Línea Altitudinal de Equilibro que está por encima de los 5.400 metros sobre el nivel del mar, donde no se ha verificado una pérdida masiva de volumen/superficie de los glaciares. Es decir, todos aquellos nevados que están por encima de esta línea altitudinal tienen mayores probabilidades de continuar proveyendo del líquido elemento aún estando en un acelerado proceso de desaparición de varios glaciares, que tendrá lugar en los próximos 50 años.

“Con base en la información con la que contamos podemos afirmar que los nevados Illimani y Huayna Potosí no van a desparecer completamente puesto que su altura es un factor determinante. Esto puede explicar lo que sucedió con Chacaltaya que está por debajo de los cinco mil trescientos metros”. Dr. Edgar Ramírez, docente e investigador del Instituto de Hidraúlica e Hidrología de la UMSA.

Según los datos recolectados en la misma investigación los picos Tuni y Condoriri para septiembre de 2013 ya perdieron un 49% y un 62% correspondientemente de su superficie glaciar y −en razón a que su altura está por debajo de la línea altitudinal de equilibrio− su futuro presenta condiciones similares a las del Chacaltaya.

“Una de las certezas que tenemos hasta ahora es que en comparación al volumen actual la cantidad de agua que llegará al reservorio de la Laguna Tuni se reduciría considerablemente en los próximos 30 a 40 años. La principal causa para la reducción del caudal acumulado en la represa será la desaparición de los glaciares en el Huayna Potosí y el Tuni Condoriri. En este sentido, el proyecto permitirá contar con datos científicamente comprobables acerca del impacto que tendrá el cambio climático en la disponibilidad del recurso agua para las ciudades de La Paz y El Alto.”  Dr. Makoto Umeda, investigador del Proyecto GRANDE y Universidad de Tohoku de Japón.

Un futuro que exige actuar de inmediato

Una vez comprobadas las hipótesis de cualquier investigación lo siguiente es sacar conclusiones y recomendar acciones a tomar. Nuestra situación en un futuro cercano clama por acciones inmediatas que además de cubrir la creciente demanda de agua en los hogares de las dos ciudades nos preparen, cultural, política y económicamente para enfrentar un mundo, un país y una ciudad que se sobrepone a los efectos del cambio climático.

Bolivia enfrentará esta amenaza global, que más allá de los encuentros o desencuentros internacionales representa a uno de los más importantes desafíos históricos que tendremos que enfrentar, con igual o mayor importancia a lo hecho en mortalidad materna o erradicación de la extrema pobreza.