Desarrollo Urbano de La Paz y El Alto
“La planificación tiene que ser todo lo que sentimos”
Si uno quiere tomar conciencia de cuán rápido se desarrolló el mundo y especialmente el Estado Plurinacional de Bolivia, se recomienda echar un vistazo al año 1985. El televisor en color conquistó gran parte del mundo, se iba acabando la Guerra Fría y en Bolivia reinaba un presidente llamado Hernán Siles Zuazo, antes de ser sustituido por Víctor Paz Estenssoro. Era una época en que la globalización estaba aún en pañales y la palabra Internet ni siquiera existía en los países más progresistas. En medio de este período de cambios e incertidumbre, se rebeló una entonces pequeña comuna boliviana, ubicada más de 4.100 metros sobre el nivel del mar. El Alto, antes barrio de la metrópoli La Paz, se independizó.
Al cabo de 32 años, Víctor Paz Estenssoro cedió su privilegiado lugar en el MNR e Internet logró conectar a billones de personas en todo el mundo. Hoy gobierna Evo Morales en un país cuya segunda ciudad más importante era una pequeña comuna boliviana que se separó de La Paz el año 1985. Desde entonces, El Alto superó a La Paz en número de habitantes y se convirtió en una de las ciudades de más rápido crecimiento; según el Censo Nacional de 2012, viven aproximadamente 850.000 personas en esa ciudad que una vez fue un barrio de la otra.
Lo que suena como un cuento increíble, en realidad es dejar los problemas de difícil o sin solución a urbanistas y paisajistas. Las preguntas son casi siempre las mismas: ¿Cómo manejar este crecimiento enorme en el departamento de La Paz? ¿Qué oportunidades urbanísticas hay? ¿Y cómo realizar el objetivo de crear una ciudad funcional para todos?
“Siempre estamos cambiando”
Una experta en este contexto es María Teresa Espinoza, la antigua presidente de la Sociedad de Arquitectos, Paisajistas, Ecología y Medio Ambiente (SAPEMA), una organización libre con 30 miembros dentro del Colegio de Arquitectos quienes se dedican al estudio del paisaje y a la propuesta y difusión académica a través de seminarios y capacitaciones. Desde 2002, Espinoza trabaja para SAPEMA que primero fue fundada como una asociación a nivel nacional, pero ahora sólo cubre a La Paz. En su opinión, se tiene que establecer un diagnóstico del crecimiento antes de hablar sobre la pregunta cómo manejar este desarrollo. ”La Paz está en constante movimiento. Siempre estamos cambiando“, explica y concreta: “La ciudad actualmente se debe mucho a movimientos sociales y económicos”. Este estado es debido al hecho que se construyeron zonas de comercio en la ciudad que lleva a un aumento de los alquileres, dice Espinoza. “Obviamente mucha gente no se puede comprar un apartamento, porque el metro cuadrado realmente ha aumentado terriblemente en los últimos tiempos. En Sopocachi, por ejemplo, los precios van hasta 1.500 dólares por un metro cuadrado para comprar”. Las consecuencias son que muchos ricos se mudan en la Zona Sur, mientras que los que no lo pueden efectuar se mudan a barrios más pobres”. Pero éste no es el único problema, según Espinoza. “La Ciudad de La Paz es un desorden. La gente construye donde quiera hacer edificios y casas y nadie dice: No se puede construir algo aquí”, destaca y se refiere a las construcciones informales que se ve en todo lado.
En esto es importante mencionar que las construcciones informales no sólo son un problema exclusivo de La Paz. Más bien es un estado con lo que muchos países latinoamericanos tienen que luchar. “En América del Sur el desarrollo urbano tiene otra dinámica que en, por ejemplo, Europa, porque las ciudades no sólo están creciendo, sino también crecen informales, o sea sin planificación o sin intervención de las autoridades”, expone el profesor Martin Hoelscher del colegio mayor Ostwestfalen-Lippe de Alemania quién enseña en el campo de urbanismo y desarrollo urbano. Para él, no hay que relacionar planificación urbana sólo con la implementación del tráfico de cercanías. “Urbanismo se trata de la modificación de lo que ya existe, con el objetivo de que la generación actual puede apreciar su vida en la ciudad”, describe en general. Por lo tanto, urbanismo es también sobre la construcción de espacios públicos, ofertas sociales y la solidaridad en la sociedad. Además explica que hay una cosa indispensable para una ciudad adinerada y bien funcionada: la identidad. “Una ciudad no tiene una identidad que se expresa en edificios o en rasgos topográficos. Se trata de la pregunta cómo los habitantes aceptan la ciudad como su espacio vital. Es algo que viene activamente de las personas”.
Sin embargo, con referencia a ciudades latinoamericanas hay un problema. “Una gran parte de la población tiene un trasfondo migratorio. Son personas que dejaron su patria a causa de razones económicas y sociales. Estos procesos migratorios llevan al hecho que viven muchísimas personas en una ciudad que muchas veces no tienen una idea qué significa vivir allí. Para estas personas es muy difícil durante mucho tiempo identificarse con su nuevo entorno vital y desarrollarse una propia identidad”. Por eso, Hoelscher tiene una tarea comprensible a las ciudades: acercarse a las personas y ofrecer algo que pueden denominar su patria. Esto significa escuchar exactamente lo que los habitantes quieren y reaccionar a estas demandas con las ofertas adecuadas, explica.
“¿Qué significa Vivir Bien para la gente en el barrio?”
En el contexto de crear una ciudad bien funcional con habitantes contentos, el año 2014 surgió un proyecto que se llamaba Vivir Bien. Este proyecto que fue organizado por el Instituto Goethe, la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia y la Fundación Konrad Adenauer enfocó temáticas desde la protección sostenible del medio ambiente hasta la justicia social y la participación ciudadana bajo la perspectiva de los pueblos originarios andinos. Todavía hoy en día el aspecto urbano es caracterizado por instalaciones y trabajos artísticos de este proyecto que se convirtió un gran éxito.
En la opinión de María Teresa Espinoza, se tiene que volver a esta pregunta con relación al urbanismo paceño. “¿Qué significa Vivir Bien para la gente en el barrio?”, pregunta. “¿Significa tener un edificio? ¿Calles asfaltadas? ¿O quizás tener sol y plantas? Estas preguntas son muy importantes. Y la respuesta es siempre cultural”, dice. Según Espinoza, la gente de La Paz en general es muy familiar; entonces, les gusta mucho tener a su familia o vivir en una calle tranquila. “Si queremos Vivir Bien, quizás queremos árboles, tranquilidad, parques o calles amplias – que en La Paz no hay”, se fastidia. “Pero la planificación tiene que ser todo lo que sentimos. Ahora no nos identificamos con nuestra ciudad”. Como paisajista atacaría la planificación del paisaje, sigue explicando. “Creo que nos hace falta mucho el espacio público, lugares donde se puede pasear. Por el contrario, hay mucho comercio en las calles que no me gusta”. Por lo tanto, desea una ciudad más limpia, más reciclada y con más colores para el futuro. Una carrera técnica para paisajistas, como hay en varios lugares en el mundo, ayudaría mucho en este contexto. Lamentablemente no existe en La Paz y ni en El Alto.
Este hecho fue una de las razones por las que en 2014 el Profesor Hoelscher visitó las ciudades de La Paz y El Alto con una delegación alemana en el marco de un programa de contacto con varios institutos técnicos de Latinoamérica. Aunque la finalización de implementar una carrera técnica fracasó, el viaje valió la pena en otros asuntos. Por ejemplo, después de reuniones entre SAPEMA y la UMSA, nació un contacto con la administración de El Alto que en aquel tiempo intentó desarrollar un programa de planificación urbana. En estas circunstancias, el profesor Hoelscher y su delegación aconsejaron la administración municipal y les señalaron los pasos necesarios.
“Nunca he visto algo como El Alto en toda mi vida. Como urbanista, claramente estuve entusiasmado por un lado. Al mismo tiempo estuve asustado”, describe sus primeras impresiones de la ciudad joven. “Si tomas por base que esta ciudad, que ni siquiera tiene 50 años y nació como barrio de La Paz, entretanto se convirtió en la ciudad segunda más grande del país, se puede imaginar la dinámica con la que las cosas se desarrollaban”.
Dos ciudades, dos historias, dos perspectivas para el futuro
Espinoza está de acuerdo. “El Alto es el lugar donde más se ve a los que han venido del interior”, expone. Al mismo tiempo, esto lleva a un problema. “No son todos quechuas, no son todos aimaras, hay gente de Santa Cruz, de Cochabamba, del Perú. Entonces, hay que preguntar: ¿Cuál es la identidad de El Alto? ¿Qué elemento identifica El Alto?” Lo que por un lado es lindo, a saber la diversidad y la convivencia de diferentes culturas, por otro lado lo hace muy difícil para la administración y urbanistas. “Hay un montón de identidades”, destaca Espinoza. “Entonces, no podemos darles lo que quieran. Es difícil”.
Hoelscher lo expresa con palabras fuertes: “El Alto es un modelo ejemplo que la planificación urbanista no puede adecuarse al desarrollo urbano y las necesidades de sus habitantes”. Explica que la ciudad está creciendo tan rápida que los urbanistas sólo pueden reaccionar y repasar lo que la realidad ya reclama – como la necesidad de rutas, la ampliación técnica de las calles y la construcción de escuelas, hospitales e instituciones sociales. “Son tareas gigantes”.
Mientras, la situación de La Paz es un poco diferente. Después del periodo entre 1965 y 1985, cuando la población del municipio se duplicó (350 mil a 750 mil habitantes), debido al éxodo rural y minero, empezó un estancamiento. La ciudad sólo creció un 6,8 % en los últimos 20 años, o sea a un promedio anual inferior al 0,4%. En el último decenio perdió incluso aproximadamente 30.000 habitantes. “La Paz, como una ciudad que nació en el tiempo colonial, se ha adaptado fuertemente a las condiciones cambiantes y en este marco sacrificó su herencia colonial. No se conservó mucho del centro histórico, mucho fue retirado”, narra Hoelscher. Según él, ésta es la respuesta de la ciudad al hecho de que la hoyada se convirtió demasiada angosta para casi un millón de habitantes.
En definitiva es así: Mientras El Alto tiene espacio para crecer, en La Paz sólo se puede registrar una ampliación en sus centros comerciales. Dos ciudades, dos historias, dos perspectivas para el futuro. El Vivir Bien, en este marco, se queda en “un discurso”, como destaca Espinoza. Hoelscher va incluso más lejos: “No es una declaración de quiebra de nuestro gremio, pero pienso entretanto que no se puede proyectar una ciudad como El Alto”. Bueno, ¿quién lo habría pensado en 1985?
Lukas Praller es voluntario de la Deutsche Welle Akademie en la Fundación para el Periodismo.