Sandra, de la organización de artesanos y productores de San Antonio, perfeccionó la técnica del macramé
Olga Yegorova*
Subiendo desde la plaza San Francisco por la calle Sagárrnaga, nos saluda una tienda de artesanía tras otra. Los colores brillantes y la amplia oferta sugieren una ilusión de productos únicos, bolivianos y sobre todo artesanos. Pero, muchas veces, son todo lo contrario. La palabra “artesanía” deriva de artis manus, que en latín significa: arte con las manos. La palabra “artesano” deriva del italiano artigiano, que a su vez deriva de una adjetivación de ars/artis (arte en latín) para designar a quienes realizaban un arte. Sin embargo, un gran porcentaje de los bolsillos, muñecas y bisutería no está hecho con el cuidado que supone un arte, ni está hecho en Bolivia, sino es copiado y producido en masa en China, Perú, Brasil u otros lugares del mundo.
Se supone que las ferias callejeras no persiguen esa lógica. Bajo suss puestos se refleja la imagen de una artesanía autentica, producida y vendida por los mismos comerciantes. Pero igual aquí, entre parecer y ser hay un gran abismo. La explicación es simple: producir artesanía demanda mucho tiempo, talleres, creatividad y esfuerzo. Comprar productos y revenderlos exige sobre todo un talento para el negocio. Mientras un artesano produce un llavero a mano, un revendedor vende veinte llaveros chinos –un hecho definitivamente más lucrativo–. Por lo tanto, lo que se llama “artesanía” mayormente no está hecho a mano, sino, mejor dicho, pasa por muchas manos hasta llegar al cliente.
El artesano y sociólogo Pablo Conteras explica porque es cada vez más dificultoso dedicarse a la producción artesanal en Bolivia: “El trabajo de artesano no tiene ningún tipo de apoyo, ni al nivel del gobierno, de la gobernación, ni al nivel de la alcaldía, aparte de darnos un espacio. Pero, se sabe que ayuda del extranjero para los artesanos está ingresando al país. Por ejemplo llegaron unos 45 millones de dólares de fundaciones daneses y alrededor de cinco millones de Venezuela. Pero nunca hemos visto ni un peso. ¿Qué pasó? La plata se perdió. Y nosotros, si mañana nos enfermamos no tenemos ni una protección de salud, ni capital. Es más conveniente revender, como las ganancias son fuertes”.
Pese a esta tendencia, La Paz todavía ofrece tesoros que merecen la denominación de artesanía. Dos agrupaciones de ferias de arte y artesanía, ambos bajo carpas amarillas, van a contracorriente al elaborar y vender productos realizados con sus mismas manos. Se trata de la Organización de Artesanos y Productores San Antonio y de la Feria de Arte libre. Sus dirigentes y algunos de los artistas y artesanos invitan a conocer su labor, sus desafíos y maravillas.
Organización de Artesanos y Productores San Antonio
Inés Marín, la dirigente expone sus obras familiares
Desde hace diez años, Inés Marín encabeza la asociación de los Artesanos y Productores de San Antonio. En los años de su existencia, la asociación ha pasado por altas y bajas. “Las autoridades nos confunden con gremialistas del comercio libre. El artesano se dedica a producir, a renovar, a crear nuevos diseños. Nos inspiramos y jugamos con los colores. No tenemos el tiempo para estar día por día tras las puertas de la alcaldía para pedir aporte como los gremialistas. Por eso, muchas veces como artesanos productores estamos tirados a nuestra suerte”, lamenta la dirigente. Otro problema que Marín y sus compañeros enfrentan nace de su creatividad artesanal. Hasta China copian nuestros diseños y los venden baratísimo aquí sin ningún esfuerzo”.
En la feria se encuentra artesanía nacional de todo tipo –ropa de alpaca, bolsas de aguayo, aretes que llevan una flor envuelta en vidrio sobre una moneda boliviana o muñecas llaveros–. La mayoría de los vendedores trabaja dos semanas al mes en sus talleres para después vender en las plazas de La Paz, como las del Bicentenario o San Pedro.
Los artesanos Pablo Contreras y Jennifer Santander experimentaron la diferencia entre varias agrupaciones: “Hemos formado parte de otras organizaciones que fueron muy corruptas. Solamente al ingreso, cada vendedor pagaba alrededor de 500 Bs. Por eso a los dirigentes encargados les convenía tener una gran cantidad de miembros y les importaba poco si eran artesanos productores o revendedores. También para ingresar a cada feria pagamos el doble de lo necesario, como sabemos ahora. Como la gente desconoce el procedimiento para sacar una feria, no sabe que muchas organizaciones solamente llevan una carta a la alcaldía, los dirigentes se aprovechan”. A partir de esa experiencia, la pareja, Inés Marín y otros artesanos quisieron dar un salto y establecer una organización que valora y apoya a artesanos productores. “Por supuesto tuvimos una gran resistencia y nos peleamos con todo el mundo. Pero finalmente lo logramos”.
Mientras la mayoría de la agrupación se dedica únicamente a la manufactura de su artesanía, algunos de la feria son profesionales, abogados, ingenieros, comenta Marín. “Todos llevamos la artesanía en la sangre. Eso viene de familia en familia con productos cada vez más renovados.” En el caso de Marín, una larga tradición anticipó su trabajo. “Mi familia heredó la artesanía de nuestros abuelos, de nuestros ancestros. Nuestro taller, en el que mi esposo, mis hijos y yo trabajamos, es muy familiar. Mi esposo hace adornos de materiales reciclados. Yo elaboro mantillas y hago la tela con las mismas máquinas de mis ancestros. Y mis hijos van diseñando según cómo la sociedad está cambiando. Por ejemplo, los muñequitos llaveros los hacen mis hijos. Nuestra variedad es una variedad familiar”.
Cinthia Méndez inventa su propia versión del aguayo originario. Pasión por su tierra y por el arte
Quienes buscan una versión moderna de las kepis de rayas de las cholitas, encuentran opciones hermosas en el puesto de los Méndez. Cinthia Méndez y su esposo venden bolsos inspirados a la prenda rectangular aguayo. Antes de vender en las calles de La Paz, la pareja intentó su suerte en Chile. Pero el amor por sus orígenes les llevó de nuevo a Bolivia. “Somos grandes amantes de nuestra tierra, de su cultura. Y todos los días en Chile extrañaba ver el Illimani, extrañaba hasta el frío que hace acá. Por eso volvimos y nos aventuramos vendiendo en las calles de La Paz”.
A pesar de la gran competencia del exterior e interior, los Méndez logran vivir de su arte. Su secreto: “Hay gente que ama lo que hace y por eso le pone todo su esfuerzo, todas sus ganas en hacerlo y por eso sale espectacular. Nos encanta trabajar en esto y por eso no lo cambiamos por nada. Hacemos nuestros productos con calidad, con mucho amor y empeño. Es nuestro mayor orgullo, como fuera un hijo, nuestra creación. Así conocimos a gente maravillosa quienes empezaron a reconocer nuestro trabajo.”
Mónica Copa: rodeada por animalitos y zapatitos desde hace 18 años
En 1998, Mónica Copa confeccionó sus primeros sombreros artesanales. Poco a poco su artesanía fue asumiendo nuevas formas. Hoy, debajo de su puesto, se encuentran bolsones, carteras, flores decorativas, botines y animalitos de colores brillantes. A pesar de haber ampliado su oferta, el camino como artesana ha sido complicado. “Hay días en que podemos vender y hay días en que no podemos vender. El trabajo puede ser difícil. Pero lo más importante es que por lo menos entre un poquito de ingreso para la familia”, cuenta Copa.
La mayoría de sus clientes no son bolivianos: “Lo que hemos visto todos estos años es que mayormente los turistas compran nuestros productos y los valoran. Aquí, nosotros Bolivianos no valoramos nuestros productos bolivianos. Siempre queremos las cosas o la ropa de china”.
Bisutería como manifestación de la libertad y economía justa
Pablo Contreras & Jennifer Santander muestran aretes con pinturas del Illimani y flores reales
Pablo Contreras es refugiado político de Chile. En la cárcel Pablo eligió participar en un taller de reinserción social. “Siempre me gustaba como los chicos hicieron pulseras de plata y metales. Entonces fui a un curso en que me enseñaban todo lo básico sobre la platería. Después, en Bolivia he aprendido hacer otras cosas con metales. Yo estudié sociología en Chile, pero ser sociólogo acá en Bolivia implicaba un gasto enorme en la validación de toda mi documentación. No quise hacer eso. Quise dedicarme a la artesanía como me da más libertad”, cuenta Pablo.
Jennifer Santander, la pareja y compañera de Pablo dejó de trabajar en el Ministerio de Gobierno por convicción y se dedicó a la artesanía. “Pero el transito del trabajo salariado al trabajo independiente es duro. Tú tienes que convencerte que eres capaz de vender tu artesanía. Nosotros vivimos de esto. Si no tenemos feria no tenemos plata”, cuenta Jennifer. Sin embargo, el deseo de una vida más libre valió más que la seguridad social. “Cuando uno tiene independencia económica, uno tiene independencia ideológica. Puedes pensar lo que quieres, no tienes un patrón o alguien quien te esté controlando y te dice qué pensar. Si no tenemos una feria, igual vamos a tomar unos paneles y vendemos en la calle como todos los chicos. Pero no vamos a vender nuestra palabra por un peso”, declara Pablo.
Hoy, Pablo y Jennifer venden bisutería de todos tipos en su puesto. Jennifer, a quien siempre le ha gustado la pintura, estiliza imágenes en miniatura a los aretes y los colgantes, Pablo se dedica a la platería y los metales. Una idea que Jennifer tuvo hace cuatro años se convirtió en bisutería única: ”Antes vivimos en Cochabamba, prácticamente en el campo, donde había muchas flores coloridas. Así vino la idea de perpetuar esas flores en aretes, cerradas por un centavo boliviano. Pero había un inconveniente porque la flor, a medida que pasaba el tiempo se iba modificando, a pesar de que estaba seca. Hoy, después de cuatro años elaboramos los aretes en tal forma que eso ya no pasa”. El trabajo artesanal siempre progresó desde una cierta necesidad de resolver. “No es este proceso del artista, que va pensando, le cae una manzana en la cabeza, iendo por el campo, y se inspira soñando en aretes con flores. Es un proceso de creatividad pero también de negocio. Es técnico y creativo a la vez.”
Sin embargo, para la pareja su artesanía independiente representa un estilo de vida: “Yo soy marxista. Marx dice que el hombre produce su mundo y en ese proceso produce a sí mismo. Haciendo platería, bisutería, pintando, estamos desarrollando y creciendo en nuestras habilidades. Es una forma de autorrealización”. Para desarrollar sus habilidades, Pablo produce a cada rato una pieza especial, una que requiera un gran esfuerzo. Igualmente Jennifer ya no puede imaginarse regresar a su trabajo en la oficina: “La persona que hace lo que no le gusta es un desocupado, decimos nosotros. Yo soy feliz haciendo lo que me gusta. Y me gusta sobre todo cuando la gente valora mi trabajo y me dice ‘qué lindo’, y cuando me paga dinero para las cosas que a mí me gustan yo soy todavía doblemente feliz. Y es siempre satisfactorio ver a gente que anda con mi trabajo en la calle”.
Con su trabajo, la pareja intenta hacer algo para su país, algo que sea local y que sea representativo. Sin embargo, ya que los artesanos entienden la necesidad de alguna gente de revender artesanía, exigen transparencia. “Hay que comunicar eso al cliente y decirle ‘Mira, eso hago yo, y eso yo revendo’ Para que la gente sepa y decida, y no sea engañada. Y, muchas veces, la consciencia del cliente de que tú hiciste un producto hace que lo compre aunque es más caro que el producto chino. Nosotros tratamos de trabajar a base de valores. Cobramos exactamente lo mismo al boliviano como al extranjero. Somos de los pocos que efectivamente creían en la economía solidaria. Y si un cliente, después de que le expliqué el proceso de producción de nuestra artesanía decide de darse una vuelta o regresar en unos meses cuando tenga la plata, lo respeto totalmente” relata Pablo.
Santusa Saire Mendoza no vende tejidos, sino terapia
Santusa Saire Mendoza detrás de sus tejidos alegres
Hace 16 años una ONG holandés inició un programa que apoyó a mujeres en el desarrollo de su artesanía. Así empezó Santusa Saire Mendoza con sus tejidos de alpaca. “Al principio yo no sabía cómo inspirarme. La ONG invitó a diseñadoras quienes nos enseñaron maneras de encontrar ideas. Hoy me inspiro de la naturaleza, de un paisaje, hasta del embotellamiento de las movilidades”, cuenta Santusa.
Con técnicas de macramé, a palillo, a máquina o telares Santusa crea chalecos y accesorios de alta calidad. “Nuestras manos pueden hacer tantas maravillas, pero la ropa china nos mata. La gente prefiere unos guantes chinos a 5 bolivianos que comprarnos unos de 50, 60 bolivianos. Porque con esos 60 bolivianos se van a comprar 10 guantes chinos que se pueden botar cada vez sin ni siquiera lavarlos”, lamenta Santusa.
Además de ser su profesión, los tejidos también sirven para otra función: “Es terapia para mí. Uno está tranquilo tejiendo. Por eso yo nunca dejo de tejer. En la movilidad, cuando estoy de pasantía, siempre estoy tejiendo. Así no me importa si hay trancadera o no. Muchos médicos dicen a las personas que están mal qué hagan tejidos. Hay personas bien nerviosas, que no pueden hacer nada sin ponerse nerviosos. Tanto practicar el tejido, pierden sus nervios.
Feria de Arte Libre
La Feria de Arte Libre tiene sus inicios en 2014. Su idea va más allá del comercio. Un grupo de colectivos de arte que hace artesanía, pintura y música quería crear un espacio de intercambio artístico y cultural donde se revalora el trabajo del autor. “Queremos que todos los que participan en la feria no solamente produzcan algo, sino también tengan la voluntad de enseñar. Poder dar algo a cambio a la ciudanía. La alcaldía nos brinda el espacio sin ningún costo. Pero sabemos que el aparato estatal y municipal no tiene muchos recursos para cultura”, comentaGenaro Bloisa, el organizador de la feria.
A partir de ese intento, cada uno de los vendedores dicta un taller abierto al público en su propia especialización, que muestra cómo es el trabajo que se realiza desde el principio, qué materiales se utilizan, y cuánto tiempo les cuesta a los artesanos para hacer el trabajo. “Si los materiales son muy caros damos una demonstración. Y en el caso de los alimentos se hacen charlas sobre alimentos que son totalmente libres y gratuitas. Nosotros invertimos en los materiales para que sea accesible para todos”, cuenta Bloisa.
Los trabajos que se encuentran en las ferias varían mucho. Hay cerámica, ropa, carteras, tambores, trabajos con vidrios, con elementos reciclados, bisutería, máscaras, tejidos, comida vegetariana, tatuajes temporales con henna y mucho más. Casi cada día la feria está acompañada por música en vivo. Según Genaro, los artesanos y artistas buscan que la ciudad se transforme en una aseveración artística y autentica. “La idea es que las plazas de la ciudad deberían llenarse con actividades para que el arte sea accesible y los artistas y artesanos de verdad puedan presentar sus obras. Eso es lo que hace que la ciudad promueva valores que sólo el arte y la cultura nos pueden dar”, explica el productor de instrumentos de percusión y artista de cuerpo pintados.
Aysha & Patricia. Moda inspirada por cholitas y dibujos de la tele
Aysha y Patricia, dos amigas que comparten un puesto, representan una nueva generación joven del arte y la artesanía. Mientras Patricia se dedica a las telas, combinando estilos bolivianos y convertiendolos en ropa moderna, Aysha crea dibujos, pegatinas y peluches que podrían haber salido de una serie de dibujos animados. Ambas creadoras participaban en la primera Feria de Arte Libre que empezó con solamente cinco puestos. “Esa feria nos ayudó a crecer y nosotros ayudamos a ella crecer”, revela Patricia Pecas.
Después de haber estudiado corte confección, Patricia produjo dos líneas de ropa propia que representan a la diversidad boliviana “Mi línea es autóctona. Intento mezclar telas bolivianas. Por ejemplo, el aguayo. Lo mezclo con los terciopelos que generalmente las cholitas usan en sus faldas. También mezclo modas de otros países con la moda de acá para crear un producto nuevo. Yo creo que, dentro de todo, lo que hago es algo muy mío, algo muy personal”, cuenta Patricia.
Su amiga, Aysha, estudió diseño gráfico y empezó a ilustrar y crear personajes y animales que en sus creaciones cubren bolsas y llaveros, y realiza incluso objetos en 3D como peluches. “El color es algo esencial de mi arte. Creo que representan mi personalidad colorida y la verdad es que me inspiro mucho por la tele”, ríe Aysha. Trabajar en la Feria exige mucho trabajo, porque la gente pide cantidad y precios baratos. “Pero igual yo prefiero hacer imprentas y vender mi trabajo a un público amplio que a un público de élite. Hemos ido a otra feria que se llama Exclusivo Pop, pero era solamente para gente con mucho dinero. Y no me pareció bien promover un comercio tan exclusivo. Arte y artesanía debería ser accesible para todos”, explica la diseñadora.
Andrés Suárez y su poesía con sabor a chocolate
Andrés Suarez de Chocuárez
Andrés Suarez quería quedarse cuatro días en Bolivia. Hoy, el escritor y músico colombiano ya lleva nueve meses en La Paz. Además de estudiar música, Andrés gana su pan de cada día con la misma literatura que lo cautivó hace 15 años. “Necesitaba un medio para poder expresar mi mundo interior y la escritura era el medio que más me correspondió”, cuenta Andrés.
Especialmente en momentos cruciales de su vida, Andrés tomó el papel y lápiz. “Hace apróximamente ocho años falleció un ser muy querido para mí, mi abuelo por parte materna. Tenía 98 años. Yo llegué a escribir un poema que se titula Sincero a dos. El poema expresa un último mensaje que mi abuelo hace a su esposa, mi abuela. La idea de ese poema es que él siente mucho dolor por el que le causó a ella y expresa que las lágrimas de su esposa durante su entierro pueden ser tanto de tristeza como de alegría, porque él va a estar libre. Al final se despide diciendo que ella no se voltea a ver el pasado, porque ella va a entender que él, mi abuelo, fue quien quiso irse”. Hasta hoy, su abuela nunca recibió ese poema. En la Feria de Arte Libre, es la primera vez que Andrés muestra esos escritos.
El bono que viene con cada línea de sus poemas tiene un sabor a chocolate. “Fue una idea loca. Yo nunca había hecho chocolate en mi vida. Y me arriesgué a hacerlo, salía con pequeños chocolates y mis poemas. Chocuárez se llama mi marca, de la que poco a poco salieron más modelos, ideas, y ahora es mi primera vez en una feria. El chocolate es el valor agregado a mi trabajo. Mucha gente piensa que el chocolate es el principal producto que yo ofrezco. El chocolate es un gancho para que la gente acceda a tener mis escritos. Pero igual, las personas se apasionan más por el arte de lo que yo había pensado. Me apasiona seguir influyendo con mi escritura, con o sin chocolate”.
Con Garaba-T-arte los Echeverría esmaltan un alma en cada pieza
Carla Echeverría y Cristina Cruz Echeverría de Garaba-T-arte
“Son piedras nomás, en todos lados lo mismo”, dijo un visitante de una feria hace años a Carla Echeverría. Pero, quién se fija un poco más en el trabajo de Garaba-T-arte se da cuenta de lo único, detallado y personal que es cada pieza que sale de su horno. La variedad y el amor por la cerámica no viene de la nada. La familia Echeverría tiene cinco integrantes e, incorpora a cinco especialistas en este ámbito. “Mi mamá hace cerámicas, maderas, caligrafía, chatarra, piedra. Mi papá se enfoca en esculturas. Viendo a mis papás, entré a la Academia de Bellas Artes. Hice grabados en metal, celografía. Un hermano hace tatuajes. Otro hace grabados, cerámicas y esculturas. Trabajamos muy individualmente. Por ejemplo, a mí me gustan los trabajos más pequeños, más detallistas. Mi mama hace cerámicas de formas grandes”, cuenta Cristina Cruz Echeverría, una de las hijas de la familia.
A pesar de que el taller arma proyectos de gran nivel, produce replicas para museos y ya ganó premios en concursos artísticos de cerámica, los Echeverría no dejan de producir piezas que son accesibles para el gran público. “Son piezas que no hacemos ni en serie o cantidades. Cada forma, cada color es único. Queremos que sea para una sola persona que diga ‘Esta taza o este jarrón es mío y nadie más lo tiene’”, explica Cristina.
El alto nivel de los productos de Graba-T-arte es indiscutible. Sin embargo, no dejan de renovar su arte. “La cerámica es muy amplia. Seguimos investigando y aprendiendo. Por ejemplo, ahora nos queremos enfocar más en la técnica japonesa del Raku. Y lo más fascinante es siempre el acabado de la pieza. El fuego tiene su parte ahí. Por más que hay tres piezas esmaltadas de la misma forma, cuando salen del horno van a diferenciarse. Es algo mágico”, dice Carla resplandeciendo de alegría.
Dos agrupaciones de ferias que exponen a artesanía, el arte hecho con manos, esfuerzo y cariño. Quienes quieren compartir una charla con los vendedores o aprender de ellos en talleres, pueden seguir La Feria de Arte Libre por Facebook o visitar a los Artesanos y Productores de San Antonio en la plaza de Bicentenario a partir del 11 de julio.
*Olga Yegorova es voluntaria de la Deutsche Welle Akademie en la Fundación para el Periodismo.