Fotografía: Tobias Mayr (Flickr)
Desde el pasado mes de diciembre, La Paz es visitada por un grupo de personas específico: familias potosinas. Desde entonces y hasta hoy no es una casualidad si al caminar por la calle nos topamos con ellos, niños y niñas de pocos años de edad y sus madres que o bien están a su lado o en otra esquina de la calle, pidiéndole dinero al pasante. Los niños visten los trajes típicos de sus comunidades –la mayoría de ellos vienen del Norte de Potosí– y a menudo se los ve bailando o cantando a la vez.
Con las caras y manos sucias, parecen estar abandonados y descuidados. Sin embargo, su realidad es otra. Se trata de familias potosinas de campesinos que en épocas prenavideñas recorren el camino de su comunidad hasta la sede gubernamental del país, o se trasladan también a otras ciudades como Santa Cruz y Cochabamba para mendigar y conseguir ropa, juguetes y comida para sus hijos. Suelen ser solamente las madres quienes se desplazan desde el campo a la ciudad junto con su hijos, que en muchos casos son o bien bebés o niños de pocos años. Mientras, los padres se quedan trabajando en el campo.
Duermen casi siempre en las inmediaciones de la Terminal de Autobuses paceña, en la calle Final Beni o también en el ingreso a Cotahuma. Y si bien estamos en verano, es también época de lluvias y estas familias duermen al aire libre, expuestas a las fuertes lluvias que en estos días están cayendo.
Pero ¿realmente son pobres estas personas que si bien piden dinero en la calle, sí tienen el suficiente monto para pagarse a sí y a sus hijos el boleto de bus (30 a 40 bolivianos) Potosí-La Paz? Lo que está claro es que los niños que en estos días y hasta carnaval podemos ver en las calles paceñas, no saben lo que es la navidad. La pasan en las calles, apelando al corazón de los transeúntes, con tal de regresar a sus comunidades con algo más de ropa y algún juguete. El dinero que logran recaudar en los días de laburo urbano, irá destinado a sus parcelas.
Los niños que bailan al son de una música folklórica potosina, con sus caras tristes y cansadas de mendigar en la calle, son el símbolo de la migración campo-urbe que cada año en los meses de diciembre y enero tiene lugar. Pero, ¿por cuánto tiempo más?