Existen veredas impasables, impenetrables, únicas, de uso exclusivo, las cuales le pertenecen solo al inquilino de turno y «cierran» el tránsito al peatón.
En términos amplios, el espacio público encierra conceptos de característicasmuy distintas, sin embargo, entendemos que este es un lugar que puede ser utilizado por cualquier comunidad, es un espacio de reunión, de intercambios de experiencias, tal vez personales, pero naturalmente grupales.
La exclusividad
Debemos entender que la ciudad, con la complejidad que la caracteriza, crea una serie de realidades que se van transformando al igual que la sociedad, en tanto que transcurre el tiempo, el espacio público se va adecuado a éste en su
evolución. De este modo podemos enfocar al espacio público como un contenedor de todo tipo de fuerzas que afectan las relaciones tanto sociales, económicas, medio ambientales, sentimentales y en realidad la vida del individuo en su desenvolvimiento del cotidiano vivir y existir. Lo importante entonces será, ver al espacio como un producto, el cual ha sido y es «manipulado» y que de alguna manera, éste, condiciona la manera de pensar, de expresar, de entender una realidad en una sociedad.
Este espacio, que siempre está en constante movimiento debido a ese cuerpo que lo transita y lo enriquece, cambia en nuestra ciudad, debido a que en ella un alto porcentaje se convierte en espacio privado, analicemos el porqué.
En una primera instancia, comenzar a caminar en el espacio público se torna, por decir lo menos, en misión imposible, existen veredas impasables, impenetrables, únicas, de uso exclusivo, las cuales le pertenecen solo al inquilino de
turno y que uniformados «cierran» ese espacio de tránsito de circulación peatonal, que en realidad nos pertenece a todos los ciudadanos, esos espacios que de pronto por estar una legación extranjera se convierten en su exclusividad, espacios vacíos muchas veces pero suyos, sin que nadie pueda disponer al igual que ellos. Espacios que valdrá la pena preguntarse ¿cuál es la razón por la que se convierten en espacios privados? Y ni qué hablar de las entidades bancarias las cuales en cualquier momento nos imponen un impuesto por el uso de «su calle», su «espacio privado bancario», en el cual a falta de conos buenas son las gorras.
De la misma manera las entidades estatales tienen ciertas prerrogativas que de pronto la exclusividad se torna en una categoría de espacio que avasalla una democracia urbana, la cual, fue diseñada a partir de conceptos amplios, de uso común, es decir, de todos y de nadie, entender que la ciudad es un dominio de la diferencia y ésta provoca diferencias, pero no del uso y abuso del espacio, cuando este básicamente nos pertenece.
Pero lo más llamativo, en esa cultura nuestra de cada día, es, que ese espacio público está dividido en tantos espacios privados como comerciantes existen en la ciudad, en las áreas donde el comercio es el propietario de esas superficies
que se hacen norma, modelos a repetir por una actividad avasalladora, con códigos propios, los cuales debemos aprender para poder circular por superficies con propietarios establecidos, quienes privatizan y establecen escenarios
a su voluntad.
Básicamente el espacio público en nuestro medio está en serios problemas debido a que no cumple con su vocación de espacio de autonomía, es un espacio donde las celebraciones son reglas que rigen con un potencial que trasciende cualquier razón, el dogma pasa a ser una práctica espumosa que evoca celebraciones mitológicas y la indiferencia se torna en autentica condición «cultural», creando identidades espaciales de lugares sin consenso.
Tenemos derecho a la libre accesibilidad, puesto que al igual que el espacio está formado por un sistema de interrelaciones de pensamientos y cuerpos, de encuentros azarosos, existen conjuntos sociales de masas corpóreas que se olvidan del otro, que irrumpen en su caminar rítmico, apropiándose de esa vía con su coreografía a veces multicolor, ruidosa, embriagante y otras de protestas grotescas, con melodías cadenciosas que nosotros los caminantes de la ciudad debemos soportar cotidianamente.
El espacio público fue concebido como el espacio de la expresión y la apropiación social por excelencia, es el espacio que alberga el cotidiano transcurrir de la vida colectiva. Es el espacio que da identidad y carácter a una ciudad, el que
permite reconocerla y vivirla. Es el sitio que conserva la memoria de sus habitantes en sus espacios naturales,
culturales, patrimoniales.
Estos espacios presentan diversidad de formas, dimensiones, funciones y características ambientales. Sin embargo, el espacio público es percibido como un vacío «con forma», es decir conformado por la edificación y elementos que lo bordean, ya sean espacios de circulación y tránsito, recreación y deporte, reunión e interacción social, contemplación
y disfrute del paisaje y la naturaleza, etc.
En los últimos años, los conflictos del espacio público están asociados al impacto del crecimiento acelerado y desordenado de la ciudad, esta situación se manifiesta, a través de una diversidad de formas: en las ocupaciones informales; en la implementación de las políticas que no resuelven el crecimiento urbano y una escasa articulación con
la trama existente, en complejas normatividades que cambian y varían año tras año sin una coherencia urbana de propiedades singulares y el respeto a las mismas, puesto que cada uno hace del espacio público un espacio privado.
No cumple con su vocación de espacio de autonomía, es un espacio donde las celebraciones son reglas que rigen con un potencial que trasciende cualquier razón, el dogma pasa a ser una práctica espumosa que evoca celebraciones mitológicas y la indiferencia se torna en autentica condición «cultural «, creando identidades espaciales de lugares sin consenso.